¿Cuál es el estado de situación de la economía mundial?
La economía mundial se encuentra en una fase de desaceleración bastante acusada, que se ha intensificado durante los últimos meses a raíz de dos elementos de riesgo que han emergido con mayor intensidad. Por un lado, las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que han vivido un nuevo episodio en agosto. Por otro lado, el aumento de la incertidumbre política en Europa ligada al ‘brexit’ y a la inestabilidad de la coalición de gobierno en Italia. Sara Baliña, de BBVA Research, explica el contexto actual de la economía global.
Es posible destacar tres elementos que definen esta desaceleración de la economía mundial. En primer lugar, la corrección de los registros de comercio con un comportamiento peor al que observamos en 2015-2016. En segundo lugar, la contracción también bastante acusada del sector manufacturero a escala global y, por último, la caída de las expectativas de inflación en el bloque desarrollado.
En definitiva, a la desaceleración en curso que teníamos en China y a la probabilidad bastante elevada de asistir a un escenario recesivo en Estados Unidos a medio plazo, se suma ahora la confirmación de la debilidad de Europa, con Alemania al borde de la recesión, y los menores registros de crecimiento en algunas de las principales economías emergentes.
¿Cuál está siendo la respuesta de los mercados financieros y de las autoridades económicas?
Los mercados financieros han respondido a este entorno de menor crecimiento y mayor incertidumbre con una compra elevada de “activos refugio” y reduciendo las primas por plazo pagadas en los mercados de bonos.
Las autoridades monetarias han reaccionado con recortes de tipos de forma más o menos generalizada y anticipando incluso más estímulos, como es el caso de la Reserva Federal o lo del Banco Central Europeo. Este hecho, a su vez, ha contribuido a que las expectativas de flexibilización monetaria aumenten el volumen de deuda en el mundo, que está cotizando ya con rentabilidades negativas.
El mercado de divisas, sin duda, ha sido el otro foco de atención. La depreciación del renminbi -yuan- se ha convertido en una de las válvulas de escape que está teniendo China para intentar sortear los efectos de la guerra comercial, lo que, unido a la fortaleza del dólar, ha penalizado en mayor o menor medida las divisas emergentes.
La gran pregunta es si la política monetaria, los estímulos adicionales, van a ser o no efectivos para poder sortear este escenario de desaceleración global. En este entorno, el debate ha reavivado en torno a la necesidad de reformular los objetivos de inflación en el ámbito de la política monetaria y, sobre todo, en intentar darle un papel más activo a la política fiscal, en economías como Alemania pero también Estados Unidos o China.
¿Qué riesgos se vislumbran hacia delante?
Básicamente, el mantenimiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y el temor a que puedan derivar en una guerra de divisas es sin duda el principal foco de riesgo a nivel global.
El otro elemento a vigilar es la capacidad que pueda tener la política monetaria para evitar una recesión en Estados Unidos y en Europa, en concreto en Alemania.
Otros dos puntos que no se pueden perder de vista son: por una parte, la desaceleración económica en China, es decir, los efectos disruptivos que se puedan originar sobre todo con motivo de la guerra comercial; y por otra parte, la incertidumbre política presente en la eurozona con la fecha para alcanzar un acuerdo con Bruselas sobre el ‘brexit’ a la vuelta de la esquina, el mes que viene.
Por tanto, hay tres factores que vigilar. El primero de ellos es la evolución del sector servicios, hasta qué punto se ve contagiado, y en qué medida, de la corrección de la industria. El segundo elemento es la evolución del mercado de trabajo en Estados Unidos y, el tercero, la evolución del ciclo de beneficios empresariales en el bloque desarrollado.