¿Cómo invertir en Bolsa?
En primer lugar hay que tener claro que lo que es la Bolsa: un mercado donde se negocian una serie de productos, en este caso acciones de empresas, entre compradores (inversores) y vendedores (las propias compañías cotizadas). Existen diferentes tipos de valores e instrumentos financieros que cotizan en Bolsa, pero las acciones son el más común y su operativa es la más sencilla. Del mismo modo, existen varios mercados bursátiles en todo el mundo e incluso en España, pero la gran mayoría de pequeños inversores (especialmente los noveles) tienden a operar en la bolsa española y más concretamente en la de Madrid, que es en la que mayor volumen de capital se negocia.
Evidentemente, antes de lanzarse al juego de la Bolsa hay que pensar el tipo de inversión a realizar (corto, medio o largo plazo, arriesgada o conservadora…) y saber que es posible terminar perdiendo todo el capital invertido. Una vez se ha aclarado la postura respecto al perfil inversor, es cuando empieza el verdadero camino para convertirse en accionista.
El primer paso consiste en buscar un intermediario que ejecute las operaciones de compra y venta de acciones, ya que por nosotros mismos no podemos comunicarnos con el mercado un emitir ningún tipo de orden. Estas entidades son los llamados brokers y son quienes tendrán que ejecutar nuestras órdenes a cambio de una serie de comisiones.
En España existen tres tipos de intermediarios financieros: entidades de crédito, Sociedades de Valores y Bolsa y Agencias de Valores y Bolsas. Los primeros son los bancos y cajas de ahorros. Se trata de una opción que escogen muchos pequeños inversores que no quieren complicarse la vida buscando nuevos ‘socios’ para sacar partido a su dinero. El principal inconveniente de estos intermediarios radica en que aquellas entidades que no son miembros de las bolsas no pueden operar y están obligadas a acudir a su vez a otro intermediario, por lo que las comisiones se disparan. Eso hace que muchos bancos y cajas dispongan de sus propios intermediarios autorizados para agilizar el proceso y reducir costes. En cualquier caso, se trata de una opción poco recomendable para los inversores más activos que vayan a estar constantemente emitiendo órdenes de compra y venta. Por el contrario, los que busquen la comodidad y tengan previsión de invertir muy a largo plazo sin apenas realizar operaciones, encontrarán en estas entidades de crédito una buena opción.
Pese a todo, ni bancos ni cajas de ahorro pueden considerarse los principales intermediarios financieros. Este papel se reserva a las Sociedades y Agencias de Valores y Bolsas. Las similitudes son mayores que las diferencias en este caso. De hecho, su mayor disparidad es que las primeras no sólo ejecutan en Bolsa las operaciones de sus clientes, sino también las suyas propias, es decir, intermedian en su propio beneficio en el mercado. Por su parte, las segundas sólo pueden llevar a cabo operaciones para sus clientes y su beneficio procede exclusivamente de las comisiones que cobran.
En cualquier caso, para el cliente final no existen casi diferencias en lo que a su operativa se refiere. Así, trabajará igual con cualquiera de las dos opciones (sociedades o agencias) e incluso con las entidades de crédito. Lo que sí puede cambiar son las comisiones que tendrá que pagar. En la mano de cada compañía se encuentra fijar una serie de porcentajes, como el de intermediación, que es lo que se cobra al cliente por cada una de las operaciones y a las que hay que añadir las de custodia (por administrar la cuenta de valores) y la de traspaso. También existen otros cánones a los que el inversor deberá hacer frente, pero que ya escapan al control del intermediario como son los cánones de bolsa, que dependen del valor efectivo de la operación, o los cánones de liquidación de Iberclear.
Antes de elegir el broker hay que estudiar detenidamente las comisiones y valorar el tipo de asesoramiento que pueda ofrecer, especialmente para los inversores noveles. Del mismo modo, conviene no fiarse de los llamados chiringuitos financieros que operan sin licencia y en muchos caos tienen expedientes abiertos por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la entidad encargada de vigilar el mercado bursátil
Una vez nos hayamos decantado por una entidad de intermediación sólo resta abrir una cartera de valores. Se trata de una condición sine qua non para poder operar ya que sirve para administrar todas las compras, ventas, dividendos e incluso asistencia a Juntas de accionistas. Es, por así decirlo, como una cuenta corriente que en lugar de dinero contiene acciones. Para su apertura tan sólo es necesario contar con una cuenta corriente a la que asociar esta cartera de valores y que es donde estará realmente el dinero invertido y donde se depositarán las ganancias.
La cuenta de valores de por sí no ofrece ningún tipo de servicio de asesoramiento, sólo la posibilidad de operar en Bolsa a través del broker elegido. Sin embargo, para quienes necesiten consejo, existe la posibilidad de permitir que sea el propio intermediario el que efectúe las operaciones que considere necesarias con una serie de instrucciones previas respecto al perfil del inversor y objetivos que pretenda lograr.
A partir de ese momento, la operativa es de lo más sencilla. El inversor contacta con el broker vía telefónica o por email para indicarle las operaciones que quiere realizar y cuando éste ha conseguido ejecutarlas se lo confirma por el medio anteriormente empleado. Evidentemente, se trata de una método destinado a los inversionistas que tienen claro qué acciones quieren comprar y vender.
En los últimos años y gracias a los avances de las nuevas tecnologías, ha surgido una alternativa a la forma tradicional de operar utilizando Internet. Así, el broker pone disposición del cliente una plataforma de trading virtual que le concede acceso al mercado para ejecutar sus propias operaciones. De esta forma, es el propio inversor el que marca cuándo comprar o vender sus títulos y elimina al intermediario de la ecuación, aunque sólo desde un punto de vista operativo. Se trata de una buena vía para evitar posibles fallos en la comunicación o errores de memoria por parte del broker.
La elección de la fórmula de trabajo (online, tradicional o ambas) es el último paso antes de comenzar a operar realmente en el mercado, aunque eso ya es otra historia. De todas formas conviene tener claro antes de ejecutar la primera orden una serie de conceptos, empezando por el hecho de que la Bolsa no es una opción de inversión segura, sino que conlleva riesgos y es posible incluso perder todo el capital invertido. Por eso, el primer gran consejo que suelen ofrecer los expertos es que no debe invertirse un dinero que después puede necesitarse, sino un capital del que se pueda prescindir, siempre hasta cierto punto. También puede aplicarse la máxima de ‘más vale prevenir’ y por ello lo primero que hay que hacer es determinar el nivel de pérdidas que cada persona está dispuesta a asumir en esta aventura bursátil.