¿Cómo está cambiando la economía colaborativa nuestros hábitos de consumo?
El consumo colaborativo presenta soluciones novedosas a dos problemas con los que ha tenido que luchar la humanidad desde los tiempos más remotos:
1) Los bienes y servicios empleados por debajo de su capacidad
2) La desconfianza en los intercambios
Las soluciones y desafíos que plantea el consumo colaborativo han sido recientemente abordadas por Anthony Quinones y Amanda Augustine en un reciente Observatorio Bancario de BBVA Research de recomendable lectura.
Veamos cuáles son los problemas, sus soluciones tradicionales y las que plantea el consumo colaborativo y cuáles pueden ser las vías de convivencia con los sectores más tradicionales.
¿Cuáles son los problemas que aborda el consumo colaborativo?
El problema del uso de determinados bienes y servicios por debajo de su capacidad
Existen bienes y servicios cuyo consumo se realiza de forma continuada. Por ejemplo, una ventana permite de forma continua recibir luz y permite defendernos de forma continua de las inclemencias meteorológicas. Un seguro nos protege de forma continuada de los riesgos asegurados.
Otros bienes y servicios se usan de forma discontinua, pero nos puede interesar tenerlos disponibles durante períodos continuos de tiempo. Por ejemplo, si poseemos un vaso no nos pasamos todo el tiempo bebiendo en él, pero sí lo tenemos disponible para echar mano de él cuando lo necesitamos.
En algunos casos un bien se emplea todo el tiempo, pero no a su plena capacidad. Ese sería el caso de una familia que vive permanentemente en un piso en el que tiene habitaciones libres a las que no encuentra uso.
Otra situación semejante es la de bienes y servicios que, se usen o no a su plena capacidad, lo hacen de forma discontinua. Por ejemplo, si solamente se encuentra uso a una vivienda durante una parte del año.
En estos dos últimos supuestos, el bien o el servicio se está empleando por debajo de su capacidad. Podría ser interesante compartir el consumo de ese bien o servicio con otras personas ya que sería una forma de compartir el coste sin que eso merme la satisfacción que podamos obtener del consumo de ese bien o servicio o con una merma en la satisfacción que pueda ser compensada por la menor participación en el coste.
El problema de la desconfianza en los intercambios
Teóricamente, quien posee un bien o es usuario de un servicio usado por debajo de su capacidad y quien está buscando esos bienes y servicios podrían llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes.
En la práctica, el desconocimiento por parte de ambos de cómo se va a desenvolver la relación puede conducir a que el intercambio no se produzca en algunos casos.
El que ofrece el bien o servicio puede tener miedo, por ejemplo, a no cobrar, a que la otra parte haga mal uso del bien o servicio o a perderlo. Quien lo demanda puede tener miedo, por ejemplo, a que el bien o servicio que demanda sea de una calidad inferior a la esperada o que tenga unas características que no sean como las preveía.
Las soluciones tradicionales
Tradicionalmente se han empleado diversas soluciones a estos problemas. Las soluciones implican la existencia de unos costes. Cuanto mayores sean esos costes menor será el número de intercambios.
1) La existencia de empresas entre oferente y demandante
Una posibilidad es interponer una empresa entre oferente y demandante que realice inversiones en la adquisición temporal o definitiva de bienes o servicios a quienes no los van a usar en toda su capacidad, para luego ofrecérselos a los demandantes. La trayectoria y actividad profesional de esa empresa sirve de garantía a oferentes y demandantes.
Un ejemplo muy claro son los bancos, que toman dinero de quien lo ahorra para prestarlo a quien lo invierte y posteriormente recibirlo del inversor para devolvérselo al ahorrador a cambio de unos intereses y comisiones.
2) La presencia de empresas que se dediquen a recabar la mejor información al servicio de los intercambios
En algunos casos existen empresas que ponen en contacto a ambas partes, facilitando a cada parte la información pertinente para que encuentre la contraparte más adecuada o solicitándosela a ambas partes para que el intermediario encuentre por sus clientes la contraparte adecuada. Ese sería, por ejemplo, el caso de un broker.
En otros casos hay empresas que facilitan información que favorece que las partes confíen por ejemplo, recopilando información, analizándola, verificando su certeza, garantizando frente a terceros que determinada información es cierta. En este ámbito se encuentran empresas como las agencias de calificación, las auditoras o las que se dedican a la tasación.
3) La regulación
En determinadas ocasiones, el Estado interviene en los mercados con diversos fines, pero uno puede ser el de aportar certidumbre a las relaciones, estableciendo unas obligaciones en el comportamiento de las partes y unos mecanismos para garantizar su cumplimiento.
¿Qué nuevas soluciones aporta el consumo colaborativo?
El consumo colaborativo está empleando las herramientas tecnológicas modernas como la telefonía móvil e Internet para generar una comunidad que a través de una plataforma informática intercambie información.
Las empresas que participan en la economía colaborativa aportan el diseño, puesta en marcha, mantenimiento y mejora de la plataforma a través de la cual los consumidores intercambian información sobre su experiencia de consumo y los proveedores prestan la información necesaria para que contraten sus bienes o servicios.
Este sector está protagonizado por empresas que nacen como una startup y que destacan por el uso intensivo que hacen del conocimiento más que por sus inversiones. En Actibva hemos tenido la ocasión de entrevistar a responsables de algunas de estas empresas, como BlaBlaCar, Chicfy o Knok.
A la misma vez se encuentra con quién relacionarse y se rompe la mutua desconfianza a través de un conocimiento generado por la reputación de los usuarios dentro de la comunidad de usuarios de la plataforma, lo que constituye una forma de inteligencia colectiva.
El éxito de la plataforma dependerá de su capacidad de generar, a través de la información que prestan los usuarios, información útil para generar intercambios.
¿Cómo cambia el consumo colaborativo los patrones de comportamiento de los consumidores?
El consumo colaborativo está cambiando los patrones de consumo y, en particular, los de la generación de los millennials.
Los consumidores pueden adquirir en propiedad bienes que antes no consumirían porque encuentran en el consumo colaborativo una forma de obtener ingresos compartiendo los bienes con otros consumidores o prestando algún servicio con esos bienes a otros consumidores, lo que puede favorecer el ahorro.
Otros consumidores pueden dejar de adquirir la propiedad de determinados bienes si consideran mejor obtenerlos puntualmente a través de las plataformas de consumo colaborativo.
Y la experiencia de consumo se hace más transparente al compartir los usuarios su experiencia con otros usuarios, lo que condiciona la forma en la que se emplean los bienes y servicios que se ponen a disposición de la plataforma de consumo colaborativo.
¿Cómo será la relación entre el consumo colaborativo y los negocios tradicionales?
De momento se están planteando conflictos jurídicos entre ambos en algunos sectores como el transporte de viajeros en automóvil (sobre todo con Uber) y los alojamientos (sobre todo por la irrupción de Airbnb).
Lo que sí sabemos es que el consumo colaborativo ha crecido mucho y hay elementos que ha traído el consumo colaborativo que han llegado para quedarse como el incremento de este tipo de intercambios, el mayor interés de los consumidores más jóvenes, el uso de las nuevas tecnologías, la importancia de la experiencia del consumidor, la llegada de una mayor transparencia en torno a esa experiencia.
Pero las formas tradicionales de consumo aportan todavía cuantiosas ventajas. Las empresas tradicionales pueden ayudar a crear mercados siendo un oferente para los demandantes y un demandante para los oferentes, aportan mucha información profesional y atienden a regulaciones específicas.
Las regulaciones son claves en el desarrollo de ambos sectores. La presencia de consumo colaborativo en un sector puede ser un indicador de que existe espacio para más intercambios, de que en algún aspecto las regulaciones están fallando.
Pero las regulaciones también sirven para aportar garantías sobre aspectos que el consumidor no percibe pero le influyen, sirven para tomar en cuenta los efectos del consumo sobre terceras personas (las denominadas externalidades en el consumo), para generar predecibilidad en el marco en el que se mueve el consumo y los sectores implicados e, incluso, para garantizar el acceso a través de un servicio público universal.
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