¿Qué pasa si no se paga un crédito en Colombia?
La salud financiera de una persona también implica estar al día con los compromisos financieros. Las deudas bancarias podrían crear una pérdida de confianza y costos más elevados en el financiamiento futuro.
Cuidar la salud financiera incluye diversas actividades que van desde el ahorro, el control de los gastos y cumplir las obligaciones financieras. Porque dejar de pagar un préstamo bancario en Colombia no solo genera inestabilidad en el presupuesto familiar, al medio plazo, sino también acarrea una serie de efectos adversos para el usuario en términos de calificación crediticia, que limitarán la posibilidad de que se le ofrezcan créditos a tasas competitivas en un futuro.
“Además, esta situación también genera un mayor gasto para el deudor en la medida que tendrá que pagar intereses por mora adicionales al costo inicial del crédito”, dice Germán Montoya, director económico de la Asociación Bancaria y de Entidades Financieras de Colombia (Asobancaria).
¿Y si se deja de pagar?
En el mundo financiero, un préstamo no es simplemente la transferencia de una suma de dinero. Es un pacto que implica confianza por ambas partes. La clave para mantener esta relación saludable radica en la responsabilidad con los compromisos adquiridos.
Así que el incumplimiento de los pagos acordados puede atraer consecuencias negativas significativas: desde la pérdida de credibilidad hasta la imposición de intereses de mora, las ramificaciones de no cumplir con los términos establecidos pueden ser severas.
Costes adicionales
El programa de educación financiera respaldado y promovido por los bancos en Colombia, Saber más, Ser más, explica que el impago de los préstamos podría generar gastos adicionales, reflejados en un aumento en los intereses. A ello se le conoce como intereses de mora y se puede definir como el costo que se impone al cliente deudor por el daño que ha producido frente al incumplimiento de una obligación financiera.
De acuerdo con un ejemplo, tomando como base un cálculo de Saber más, Ser más: Imagine que un cliente llamado Enrique tiene una deuda con el banco. Enrique tenía una deuda de $20.000.000 con el banco y debía pagar una cuota fija de $2.000.000 antes del 4 de marzo. Esta cuota incluía tanto la amortización como los intereses. Sin embargo, Enrique no pudo pagar a tiempo y se presentó el 30 de marzo para abonar la deuda.
A pesar de que solo se retrasó 25 días, el banco le informó que ahora debía $2.036.699. La explicación radica en los intereses moratorios del 36.28% anual (que es la tasa a noviembre de 2023). Los $1.625.000 destinados a amortizar el capital se vieron afectados por este interés. Este calculó se obtuvo multiplicando el monto por la tasa y dividiendo entre 360 (días en un año), luego multiplicando por los días de mora (25). El resultado, $36.699, se sumó a la cuota original, elevando la deuda total a $2.036.699.
A pesar de tener fondos adicionales, Enrique quedó sorprendido por el aumento. Después de abonar la cuota de marzo ($2.036.699), podría pensarse que se redujo la deuda total de $20.000.000. Sin embargo, solo se descontaron $1.625.000 correspondientes al capital, dejando la deuda actual de Juan en $18.375.000.
Problemas para el futuro
Además de los costos añadidos, dejar de pagar un préstamo bancario tiene implicaciones en el medio plazo. “Al dejar de pagar una obligación financiera con una entidad, dicha entidad reporta a la persona ante los burós de crédito”, explica David Pérez Reyna, profesor de la Facultad de Economía en la Universidad de los Andes.
Mejor conocidas como centrales de riesgo, estas desempeñan un papel esencial al facilitar el acceso al crédito al mantener actualizados los perfiles de ciudadanos y empresas. Dichas entidades, proporcionan a las instituciones financieras información detallada sobre los historiales crediticios de los clientes que buscan un préstamo. En esencia, detallan si el usuario es un buen pagador o no.
“Ese reporte puede causar que futuros créditos tengan una tasa de interés mayor o puedes ser una razón para que no les aprueben futuros préstamos bancarios”, dice Pérez Reyna. Aunado a ello, se pueden tener problemas personales, pues muchos de los créditos se conceden gracias a que son avalados por un familiar o un amigo, que es el codeudor. El codeudor comparte la deuda en las mismas condiciones que propone la entidad financiera y, en caso de impago, responderá como si el dinero se le hubiera prestado a él.
Los expertos consultados indican que antes de dejar de pagar, una vez que se ha tenido el primer impago, lo mejor sería ponerse en contacto con el banco y explorar algún tipo de solución, como un ajuste en el crédito o en los plazos. “Para un banco puede ser mejor reajustar un crédito, es decir, ampliar el plazo, que tener un crédito en mora”, reconoce el experto de la Universidad de los Andes.
Endeudamiento del hogar en Colombia
La pandemia cambió el panorama económico de diversas economías. Colombia no fue la excepción. Pero una vez superada la tormenta, se reconfiguró el escenario con un boom en el consumo y con ello un aumento en los compromisos financieros.
No obstante, la situación a lo largo de los últimos años se complicó por temas geopolíticos, que llevaron a la aceleración de la inflación y, consecuentemente, a las subidas en la tasa de interés para controlar la carga en el precio de los productos.
Para tener una visión global de qué tan endeudados están los hogares colombianos hay que considerar tres indicadores. El primero de ellos es la carga financiera de servicio de la deuda, publicado por la Superintendencia Financia. Este calcula la relación promedio entre los pagos mensuales del préstamo y el ingreso mensual disponible de cada deudor.
El segundo indicador es la carga financiera total, publicado del Banco de la República, que se define como la ratio entre la deuda total de los hogares, es decir, la cartera de consumo y vivienda, y el ingreso disponible a un año, siendo este último el saldo que puede ser consumido sin la necesidad de reducir activos o incurrir en pasivos.
Tanto este último como el primer indicador generan algo de alerta cuando se encuentran por encima del 30% y preocupación cuando superan el 40%, dice Montoya, de Asobancaria. A finales de 2022, tanto el indicador de carga de servicio de deuda como el indicador de carga total alcanzaron máximos históricos (38,1% y 31,7% respectivamente).
Sin embargo, en meses recientes se ha evidenciado una tendencia a la baja, debido al esfuerzo de las entidades por reducir las tasas de interés de los créditos, aun con una tasa de política monetaria inalterada, y un mercado laboral resiliente, permitiendo que estos indicadores se ubicaran en 36,8% para el servicio de deuda y 28,4% para la carga total a mediados del presente año, según con el experto.
El tercer indicador es la calidad de cartera de crédito, que mide la proporción de la cartera vencida entre la cartera total. “Este indicador empieza a generar alertas cuando se encuentra por encima de 6% para consumo y por encima de 4% para vivienda”, destaca el experto de la Asociación.
Actualmente, se observan mayores niveles de vencimiento o morosidad de la cartera que se explican por una coyuntura de marcada desaceleración económica y una inflación todavía elevada, lo que ha estresado las condiciones financieras de hogares y empresas.
De acuerdo con la Superintendencia Financiera, a agosto de 2023 la cartera en mora o vencida representó el 4,8% de la cartera total. “Aunque este indicador de vencimiento aumentó 1,2 puntos porcentuales en el último año, es importante aclarar que todavía se encuentra en niveles similares a los que se observaban antes de la pandemia”, dice Montoya.
“Los niveles adecuados de provisiones, que cubren más del 100% de la cartera morosa, da tranquilidad a las entidades y, por supuesto, a los consumidores que han depositado sus ahorros en el sistema financiero”, aclaro. En todo caso, se viene haciendo un monitoreo cercano de los niveles de vencimiento, especialmente en la cartera de consumo, que en el último año aumentó desde 4,7% hasta 7,5%.