Breve historia de BBVA (XXIII): crisis y reflote bancario
La crisis del petróleo de 1973, surgida a raíz de las tensiones que desembocarían en la guerra del Yom Kippur, produce una reacción en cadena en todo el mundo de la que España no queda al margen. El incremento de los precios de las materias primas y un descenso persistente en el ciclo económico de España, llevaron a la industria bancaria a vivir momentos realmente complicados. La senda alcista iniciada a comienzos de los años 60, se vería frenada a partir de ese momento con preocupantes indicadores negativos como el aumento del paro y la caída del valor del dinero.
En una España que sufría grandes dificultades derivadas por un shock de oferta y camino de reconversiones industriales muy dramáticas, las autoridades tuvieron que adoptar políticas restrictivas. Los márgenes de liquidez de la banca se vieron afectados al estrecharse y los costes asociados a errores de estimación por parte de los bancos también fueron notables. Si además se suma el empeoramiento de la bolsa, no fueron pocas las entidades bancarias las que tuvieron que acudir al mercado del dinero presas de una enorme necesidad. Para rematar la compleja situación, el sector industrial se vio inmerso en una profunda crisis, acostumbrado como estaba hasta entonces a acudir a financiarse en la banca comercial. Una demanda del sector real muy débil, el deterioro de las rentabilidades del sector industrial, las grandes cargas financieras que conllevaban los altos niveles de endeudamiento y las penalidades surgidas de los fallidos por insolvencia, dejaron al sector bancario en una situación muy complicada. Por si esto fuera poco, los bancos dedicados al negocio industrial sufrieron aún más que los meramente comerciales ante el nuevo panorama.
La crisis bancaria tenía lugar poco después de que el Estado hubiera reforzado la liberalización referida en capítulos anteriores y así, la subida de los precios de los depósitos, con una baja demanda, mellaba las cuentas de resultados y, por ende, la solidez de las entidades bancarias. Los costes de intermediación habían crecido desde la liberalización, pasando del 3,45% de 1974 al 4,45% de 1978, y el sistema se encontraba sobredimensionado al haberse multiplicado por tres el número de oficinas entre 1973 y 1983 y haberse pasado de los 155.000 empleados de 1975 a los 180.000 de 1980.
La crisis bancaria española se podría decir que tuvo lugar desde 1977 hasta 1985, si bien se suele tomar como referencia de su inicio el 17 de enero de 1978, fecha en la que el Banco de España –ya en la democracia– anunció que se hacía cargo del Banco de Navarra. El 52% de los bancos españoles se vieron severamente afectados por la crisis y el total del pasivo afectado por la misma fue de 3.772 miles de millones de pesetas.
El 1 de marzo de 1978 se crea la Corporación Bancaria, S.A. dotada de un capital de 500 millones de pesetas para garantizar transitoriamente la administración de los bancos en crisis. El capital de la Corporación Bancaria fue suscrito en un 50% por el Banco de España y el otro 50% por entidades bancarias privadas entre las que se encontraban el Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya junto con Banesto, el Banco Central, el Banco Hispanoamericano, el Banco Pastor, el Banco Popular y otros de pequeño tamaño como el Internacional de Comercio, López Quesada, March y Mas Sardà. La Corporación Bancaria duraría hasta 1981, cuando aún la época más dura de la crisis no había hecho acto de presencia, siendo absorbida por el Fondo de Garantía de Depósitos en Establecimientos Bancarios (FOGADE).
Rumasa y Banca Catalana
Los años en los que la industria bancaria sufriría más el rigor de la crisis fueron 1982 y 1983, destacando en este último el caso Rumasa, un episodio ciertamente traumático para el sector. Los actores del sistema bancario eran conscientes de la enorme fragilidad del holding liderado por el empresario José María Ruiz-Mateos y se temía que en el caso de que se derrumbara, no podría ser sostenido por los recursos de la banca. La alta concentración de riesgos a los que se había sometido el holding eran la principal preocupación del regulador y la industria bancaria. Así las cosas, el Banco de España trató de realizar diversas auditorías y tras detectar la posibilidad de que Rumasa cayera en una pronta insolvencia, informó al gobierno de su lectura de la situación y éste decretó la expropiación del holding el 23 de febrero de 1983, en una actuación que jurídicamente tuvo más detractores que convencidos.
Documento de la expropiación de Rumasa
Ante una situación tan compleja y con el fin de evitar que los bancos de Rumasa fueran nacionalizados o vendidos al extranjero, como había sucedido con el Banco Atlántico, catorce de las entidades bancarias más importantes de España presentaron una oferta competitiva y lograron la adjudicación por compra al Fondo de Garantía de Depósitos.
Pocos meses antes de irrumpir el caso Rumasa, se produjo la caída de la Banca Catalana. Tras varias inspecciones por parte del Banco de España en 1967, 1972, 1974 y 1980 por diversos problemas e irregularidades, Banca Catalana es objeto de una auditoría en 1982 en la que no se consigue contrastar si los préstamos y créditos concedidos por la entidad a sociedades inmobiliarias participadas por la misma eran recuperables. Este hecho unido a la falta de fiabilidad de los datos proporcionados por la propia Banca Catalana en la auditoría, llevan a que el Fondo de Garantía de Depósitos se haga cargo de la entidad bancaria en noviembre de 1982. Tras un estudio exhaustivo posterior el Fondo dictamina que Banca Catalana sufre una quiebra real al presentar un déficit patrimonial de 116.000 millones de pesetas. Se trataba de la crisis bancaria más grave en la historia tras la protagonizada por el Grupo Rumasa. El coste de su saneamiento, liderado por el Fondo, se estimó en al menos 100.000 millones de pesetas.
Banco de Bilbao y Banco de Vizcaya
Una dilatada experiencia y un gran conocimiento del negocio bancario permitieron a José Ángel Sánchez Asiaín liderar el Banco de Bilbao con mano firme y buen rumbo durante la crisis bancaria.
Pero además de presidir con tino los aspectos financieros del banco, tuvo una idea clara de modernización de la compañía en aspectos como el de ser la primera entidad bancaria española en contar con una tarjeta de crédito propia, la Tarjeta Banco de Bilbao que contó incluso con algún detractor dentro de la misma entidad en un principio, al considerar la acción arriesgada y que, sin embargo, no sólo se ha convertido en un estándar con el tiempo sino que tuvo una magnífica acogida por el mercado en su momento.
Asimismo, el Banco de Bilbao fue pionero en la apertura de su política informativa, estimulado por la consciencia de que la crisis económica debía de ser una labor de todos. Por ello, la entidad presidida por Sánchez Asiaín apostó por dar cuentas más allá de lo que estaba fijado por la legislación vigente y así publicó el Balance Social del Banco de Bilbao, el primero de un banco español y uno de los primeros del mundo, un hecho que demostraba su intención de marcar un camino de puertas abiertas a la sociedad.
Portada del Balance Social del Banco de Bilbao de 1978
En lo organizativo cabe destacar cómo el Banco de Bilbao aprovechó la senda que se abrió con la llegada de la construcción del Estado de las Autonomías a finales de los años 70 para emprender un sólido proceso de regionalización desde 1977 hasta 1982.
La solidez del Banco de Bilbao durante la referida crisis bancaria le permitió adquirir un buen número de entidades bancarias que habían sido rescatadas por el Fondo de Garantías y de esta manera incrementar su peso en la industria bancaria. En 1979 se hizo con el Banco de Huesca –si bien éste no procedía del FOGADE–, en 1982 adquirió el Banco de Promoción de Negocios, en 1983, la Banca Más Sardà y en 1984 adquirió cinco entidades de la antigua Rumasa: el Banco de Extremadura, el Banco del Oeste, el Banco Latino, el Banco de Huelva (en un 23,23%) y el Banco Condal (en un 38,33%).
El sistema de saneamiento impuesto por las autoridades en los años de crisis bancaria permitió también a un robusto Banco de Vizcaya contribuir al reflotamiento de los bancos que se habían quedado por el camino y que había tenido que llevarse para sí el Fondo de Garantías de Depósito. De esta manera, el Banco de Vizcaya pudo desarrollar por medio de distintas adquisiciones un fuerte crecimiento del Grupo Bancaya que había ido formando en la última década.
Su primera compra data del año 1980 en la que adquirió el Banco de Crédito Industrial. A éste le siguió un año más tarde el Banco Meridional. En 1982, el Banco de Vizcaya compró dos entidades más, el Banco de Préstamo y Ahorro y el Banco Occidental. El año de mayor actividad adquisitiva sería el de 1984 con la compra del Banco Industrial del Sur y la operación de obtención de importantes activos de la intervenida Banca Catalana como fueron los casos del Banco Industrial del Mediterráneo, el Banco Industrial de Cataluña y el Banco de Barcelona. Por último, en ese mismo año 84 pasó a formar parte del Banco de Huelva –al igual que el Banco de Bilbao, como se ha señalado– en un 12,97%.
Los bancos de Banca Catalana adquiridos por el Banco de Vizcaya al FOGADE fueron saneados y resultaron altamente rentables, aportando un 30% de los beneficios consolidados del Grupo Bancaya.