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Historia 24 mar 2017

Breve historia de BBVA (XII): la banca entra en la posguerra

El 1 de abril de 1939, el último parte de guerra emitido por Franco desde Burgos finalizaba con la declaración de “la guerra ha terminado”. Una España en una condiciones muy penosas necesitaba comenzar una reconstrucción en lo social y lo económico, tanto para los ciudadanos como para las empresas y, por supuesto, para una banca que había visto gravemente mermadas sus capacidades por causa del conflicto bélico. A los españoles les aguardaba una dictadura de casi cuatro décadas.

Lartaun de Azumendi (Colaborador externo)

Los resultados de la banca en la guerra

La banca española sufrió severamente los casi tres años de contienda bélica, si bien no todas las entidades se comportaron igual dado que las vicisitudes a las que tuvieron que hacer frente fueron distintas en muchos casos.

El Banco Popular, Banesto y el Hispano, entidades nacionales con origen en Madrid, sufrieron importantes descensos en sus beneficios durante los tres años de la guerra con respecto al cierre de los ejercicios anteriores al alzamiento de Franco. Sin embargo, hay que señalar que pese al duro golpe que sufrirían sus números de 1936 a 1939, ninguno presentó pérdidas al finalizar el conflicto. Asimismo, un año después del cese bélico, con el cierre contable de 1940, los tres bancos reseñados presentaron beneficios superiores a los reflejados en sus cuentas durante el último año de vida de la Segunda República.

El Banco Central, en cambio, contabilizó pérdidas por valor de casi dos millones y medio de pesetas durante el trienio bélico. Aun así, con el cierre del ejercicio de 1940 ya había vuelto a la senda de los números negros. Otros bancos importantes de provincias como el Santander y el Guipuzcoano también pudieron salvar los años complicados sin llegar a tener pérdidas.

Las entidades bancarias españolas que mejores resultados obtuvieron tras la guerra fueron el Banco de Vizcaya y el Banco de Bilbao. El Banco de Vizcaya había presentado beneficios por valor de 10.611.211 pesetas en su último cierre durante la República y fue capaz de incrementar dicha cifra en un 146% hasta llegar a los 26.123.456 pesetas de beneficio en el periodo del 36 al 39. Con el cierre de 1940 mostró su buen momento de forma al revelar un saldo positivo de 16.147.500 pesetas. El Banco de Bilbao mejoró aún más los números de su vecino al lograr aumentar su beneficio en un 233% durante la guerra. De las 10.248.067 pesetas de ganancia que reflejaban sus libros a mediados del 36, pasó a las 34.181.645 de saldo positivo conseguido en pleno conflicto. Asimismo, con el cierre de 1940 presentó unos beneficios de 16.357.339 pesetas, casi idénticos a los del Banco de Vizcaya.

Diario de las operaciones contables del Instituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional del 8 de junio de 1939

Los bancos regionales que operaban en la zona sublevada vieron comparativamente mermadas sus cifras al cerrar sus estados contables en 1939. La mayor parte de los regionales no cayó en pérdidas y al igual que los de carácter regional pudieron presentar cifras de crecimiento notables a partir de 1940. De entre estos bancos, los que más sufrieron, hasta el punto de recoger pérdidas durante la guerra, fueron los enclavados en Aragón con el Banco Zaragozano y el Banco de Crédito de Zaragoza como los más destacados. La razón para que las entidades aragonesas se vieran más perjudicadas que otras se atribuye a su particular localización en el difícil límite de los bandos en contienda.

Respecto a los bancos que operaron en la zona republicana, hay que señalar que fueron los que peor lo pasaron. Registraron resultados muy negativos, sobre todo los de Cataluña. Si bien algunos de los bancos catalanes pudieron salir finalmente adelante amortizando sus pérdidas con cargo a reservas o incluso a beneficios futuros de otros bancos, algunas entidades desaparecieron como tales y fueron absorbidas por la competencia. Dentro del negro panorama que se vivió en Cataluña, hay que destacar el gran comportamiento que tuvo el Banco de Sabadell que logró pasar el Rubicón de la guerra sin siquiera caer en números rojos.

Salir de los escombros

Finalizado el enfrentamiento civil, el gobierno de Franco fue continuista con el estilo de política que había llevado a cabo desde Burgos. Se persiguió una recuperación de la normalidad económica con un alto grado de intervencionismo por parte del Estado.

Se decretaron una serie de órdenes gubernativas con carácter de urgencia que se habrían de llevar a cabo por las autoridades militares, poniendo el principal acento en la reactivación de los sectores productivos. Organismos ya existentes como el Instituto de Reforma Agraria, el Instituto Nacional de Previsión y los de nueva creación como la Comisión de Reconstrucción, primero y el Instituto Nacional de Industria, a partir del 41, fueron decisivos en la nueva puesta en marcha de la economía nacional.

Antigua sede del INI en la plaza del Marqués de Salamanca en Madrid

El nuevo régimen pretendía que Instituto Nacional de Industria (INI) se convirtiera en el nuevo inyector de crédito en la industria nacional, ya que según sus análisis, por un lado, las entidades crediticias privadas no iban a ser capaces de proveer las inversiones necesarias por el nuevo tejido industrial a crear y, por otro, el escaso margen de beneficio que en principio iban a reportar las inversiones se creía que llevaría a desviar el crédito privado a los particulares. De esta manera, el Estado se convertía en el mayor financiador de la economía de la industria, pudiendo de esta manera tener un aún mayor predicamento en el camino a seguir por las empresas.

El INI se convertiría en un conglomerado de empresas públicas que sustituiría las falta de importaciones por tratarse la posguerra de una época autárquica en la que España apenas tendría relaciones comerciales con el exterior. Aunque el INI, a diferencia de lo que ocurre con el mercado libre, nunca atendió demasiado a criterios de rentabilidad sino de construcción de una industria que sirviera para fortalecer la economía española, pero siempre ligada a unos intereses políticos tan particulares como los del régimen franquista.