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Historia 16 dic 2016

Breve historia de BBVA (IV): comienza el siglo XX

El final de los conflictos coloniales y sus consecuencias dejaron paso a un nuevo siglo en el que se renueva el interés en la creación de nuevos bancos en diversos sectores de las clases pudientes españolas. Madrid, Barcelona y Bilbao continúan siendo las principales plazas bancarias del país, si bien el desarrollo del negocio financiero no vive el mismo desarrollo en cada región.

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Lartaun de Azumendi (Colaborador externo)

Además del nacimiento del Banco de Vizcaya en 1901, y de la fusión del Banco de Comercio con el de Bilbao, el paso a la nueva centuria saludó asimismo a otras entidades bancarias de capital importancia durante el siglo XX. Así en 1900 surgió el Banco Hispano Americano y en 1902 se fundaría el Banco Español de Crédito. Ambos arranques tuvieron lugar en Madrid y suponían una muestra clara del auge que esta clase de negocios estaba teniendo lugar en España tras la pérdida de la colonias. No se trataba sino de una respuesta lógica a las necesidades que surgían del crecimiento de la industria y el nuevo predominio de la energía hidráulica.

En Bilbao, la plaza financiera se la reparten entre el Banco de Bilbao, el Banco de Comercio, el Banco de Vizcaya y el Crédito de la Unión Minera. Mientras que el Vizcaya pone el acento en las inversiones industriales, el Bilbao continúa ligado a las ferroviarias y apuesta también por lo industrial a lo que se añade el sector naviero dado su nuevo estatus de grupo con el Banco de Comercio. Por su parte, el Crédito de la Unión Minera tiene sus huevos puestos en las cestas de la minería y la industria.

Uno de los objetivos marcados por las citadas entidades durante estos años no es otro que el de expandirse en la medida de lo posible por su zona de influencia a través de la creación de agencias de sus propias cajas de ahorros. El Banco de Bilbao ya disponía de representación en la capital francesa desde 1902 pero el verdadero pistoletazo de salida hacia la expansión a las localidades vizcaínas lo da el Banco de Vizcaya casi desde el mismo momento de su creación. El Banco de Bilbao tarda un poco más en ponerse en marcha pero, en todo caso, ambos ven una gran oportunidad la posibilidad de convertirse en agentes financieros y facilitadores empresariales más allá de Bilbao.

Durante el paso al segundo decenio del siglo se instalaría tanto en Bilbao como en San Sebastián –así como en Galicia, Cataluña y el Levante– la compañía argentina del Banco Español del Río de la Plata, en lo que suponía un claro aviso de que los tímidos asentamientos extranjeros previos comenzaban a intensificarse. El nuevo escenario preocupó tanto a los rectores bancarios de la plaza bilbaína que decidieron alzar un recurso ante el Estado bajo el argumento de que los bancos extranjeros gozaban de un régimen privilegiado en España.

Libro 'cientocincuenta años, ciento bancos'

La actividad comercial nacional pasaba por un excelente momento meses antes de producirse el estallido de la Primera Guerra Mundial pero las importantes inversiones que los españoles tenían en valores extranjeros comienzan a resentirse ante el ambiente prebélico reinante y se producen pérdidas considerables. Una parte sustancial de los activos en cartera se hace líquida para hacer frente a las mermas citadas, se incrementa el encaje de los bancos ante la incertidumbre y el dinero se encarece al incrementar la demanda del mismo. El comercio, por tanto, acaba resintiéndose dado que los tipos de interés para el descuento y el crédito han aumentado.

Con la Gran Guerra ya en marcha, se viven unos primeros meses de temor e inquietud que sólo desaparecieron cuando los ciudadanos comprobaron que tenían acceso al dinero líquido gracias al esfuerzo de la banca por que éste no faltara a base de disponibilidades muy por encima de lo habitual. Al mismo tiempo, España cuenta con la ventaja comparativa de la neutralidad en la contienda bélica respecto a otros países de su alrededor. El hecho de que no tomara parte del conflicto permite que en nuestro país se incremente de manera considerable la demanda exterior de bienes y con ello la economía reciba un empujón importante. Por si este nuevo maná no resultara suficiente, el estado ayudó incrementando severamente el proteccionismo fiscal hacia las importaciones, con lo que la demanda interna creció también.

En 1916, España contaba con 47 bancos comerciales que irían aumentando considerablemente en número durante el segundo lustro de los años 10. El buen estado de la economía española con la industria, la minería y las navieras a pleno pulmón sirvió para que sólo cinco años más tarde, en 1921, se llegara a las 93 entidades bancarias. Por el camino, en 1919 cabe destacar el nacimiento del que acabaría convirtiéndose en uno de los bancos más relevantes del panorama nacional, el Banco Central. En 1923, el sistema bancario español lo forman 91 entidades con una respetable capitalización de 459 millones de pesetas.

Madrid y Bilbao son, sin ninguna duda, las plazas bancarias más importantes debido al dinamismo de sus respectivas industrias. Barcelona, mientras, pasa a un tercer lugar. La explicación de por qué los bancos no brillan tanto en la Ciudad Condal en este periodo, lo encontramos en que mientras los bancos madrileños y vizcaínos habían apostado por la promoción y financiación de la industria desde un principio, en Cataluña se habían centrado en los depósitos, sufriendo así más los rigores de las crisis del 98 y la prebélica del 14.

La ley Cambó

El 28 de diciembre de 1920 se conoció la suspensión de pagos del Banco de Barcelona, la entidad bancaria más importante de Cataluña. Aprobada por la Junta General de Accionistas al día siguiente, el de Banco de Barcelona acabaría desapareciendo en 1922. Por el camino, la fatal noticia de ese día de los Santos Inocentes del año 20 perjudicó, asimismo, por simpatía al sistema bancario catalán. Se produjo un pánico bancario que conllevo retiradas masivas de depósitos bancarios, suspensiones de pagos y una clara pérdida de confianza hacia las actividades crediticias.

Francisco Cambó i Batlle

Este desagradable episodio puso en alerta a Francisco Cambó i Batlle, ministro de Hacienda del gobierno de Maura, que se decidió a impulsar con denuedo la Ley de Ordenación Bancaria del 29 de diciembre de 1921. La que pasaría a la historia como ley Cambó se elaboró, tramitó y aprobó en un tiempo récord debido a que expiraba el plazo de 40 años dado al Banco de España para detentar el monopolio en la emisión de moneda por Echegaray en 1874.

Los principales objetivos que se perseguían con la nueva norma eran:

  • Intervenir y tutelar por parte del Estado, y a través del Banco de España, el crédito bancario.
  • Coordinar y centralizar la actividad bancaria del Consejo Superior Bancario, de nueva creación.
  • Excluir a la banca extranjera –que tenía el 25% del negocio bancario español– del régimen de bonificaciones de la política de redescuento, lo que suponía condenarla casi a la desaparición.
  • Impedir que el Banco de España continuara ejerciendo cierta competencia con los bancos privados comerciales y se dedicara sólo a vigilar, coordinar, ordenar y fortalecer el sistema financiero.

Hasta la llegada de la ley Cambó, los bancos desarrollaban su actividad en libertad pudiendo fundarse, establecerse, fusionarse y hacer cualquier operación sin límites, trabajando con las tarifas que consideran oportunas. Y es que en palabras del ministro de Maura, la banca española "operaba con un espíritu de exagerado individualismo, casi podríamos decir anárquico", se encontraba “poco concentrada y con falta de preparación técnica” y con una feroz competencia de la banca foránea que frenaba la necesaria expansión de la nacional.