Breve historia de BBVA (II): la peseta, la nueva moneda que sustituye al real
Tras un comienzo exitoso como banco comercial y emisor, el Banco de Bilbao afronta la década de los 60 del siglo XIX buscando consolidarse como referente de la plaza vizcaína. Los numerosos acontecimientos sociales y económicos por lo que atravesaría España durante ese decenio supondrían una prueba de fuego para la fortaleza y la credibilidad del Banco.
Desde la misma fundación del Banco de Bilbao, sus dirigentes albergaban la intención de crear una caja de ahorros a cargo del propio banco. El proyecto se hizo realidad el 3 de marzo de 1861 después de tener que sortear algunas dificultades, la mayor parte de ellas por encontrarse con la oposición de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Tras recibir el visto bueno de las autoridades pertinentes, la bilbaína se convertía en la primera caja de ahorros de un banco en España. La intención no era otra que la de posibilitar un cierto rendimiento económico a las clases trabajadoras de la Villa a través del depósito de sus ahorros. Si bien la recién creada entidad del Banco era la primera en su especie, no fue la primera caja de ahorros existente en la capital vizcaína. Ya había existido la Caja de Ahorros de la Invicta Villa de Bilbao que se había fundado en 1845 por financieros y familias acaudaladas vizcaínas.
La Caja de Ahorros del Banco de Bilbao servía para canalizar las imposiciones de los asalariados entre los que destacan, según los apuntes contables de la entidad, en este orden: sirvientes, artesanos, navegantes y costureras. Aprobados los trámites necesarios para la puesta en marcha de la nueva caja de ahorros, el Gobierno civil de Vizcaya hace llegar una comunicación al Comisario Regio encargado de la supervisión del Banco, en el que se le advierte de “la importancia y servicios que ha de prestar a los moradores de esta capital la apertura de una institución tan filantrópica que, de seguro, dará tan buenos resultados en el orden moral y económico de las familias”.
Primera página del reglamento de la Caja de Ahorros de la Invicta Villa de Bilbao
A estas alturas del siglo XIX eran pocas las transacciones que se realizaban en billetes emitidos por los bancos, estos se utilizaban casi exclusivamente en las operaciones comerciales más importantes. Los ciudadanos de a pie utilizaban la moneda metálica y en las operaciones internacionales predominaba el oro como factor de intercambio comercial. Una de las tareas que tenían que vigilar bancos de emisión como el Bilbao era la de que no faltara metálico para las operaciones más comunes entre particulares en sus áreas de influencia. Las letras y otros efectos que se giraban, eran enviados a la capital de España para que allí se convirtieran en monedas de oro y plata que recogerían in situ responsables del banco de provincias en cuestión para abastecer de metálico su plaza.
Durante los primeros dos años de la década de los 60, el Banco de Bilbao dejó de ser la única entidad bancaria en la Villa. Al calor de su éxito, y amparándose en la reciente ley bancaria, vieron la luz tres compañías más: la Sociedad General Bilbaína de Crédito, el Crédito Vasco y la Caja de Descuentos de Bilbao. De entre el trío de nuevas entidades, y mientras se mantuvieron con vida, fue el Crédito Vasco la que resultó una mayor competencia para el más veterano Banco de Bilbao. Sin embargo, las crisis de pánico bancario vividas en 1864, 1865 y 1868 abocaron a la desaparición de las tres nuevas entidades bancarias. El Banco de Bilbao, en cambio y pese a la situación tan revuelta que se sufrió, emergió aún más robusto de tan complicados episodios.
El viejo puente y la iglesia de San Antón de Bilbao, 1874. - Diputación Foral de Vizcaya
Las crisis no causaron tanto efecto negativo en Bilbao como en otras plazas. Las políticas del Banco (incremento de los tipos de interés de los préstamos y los descuentos para disminuir la cantidad de billetes en circulación), junto a la cautela con la que el comercio local accedió al crédito, sirvieron para que las dificultades fueran menores. Aun así, el Banco de Bilbao se vio afectado de lleno por la suspensión de pagos de la Compañía del Ferrocarril Tudela-Bilbao, la primera gran experiencia de peligro financiero para la entidad.
El Banco, segundo acreedor de la compañía ferroviaria, estaba ligado a más del 26% de la deuda de la sociedad y, por tanto, dio el visto bueno al acuerdo con los acreedores del ferrocarril. Los términos de la entente contemplaban la emisión de obligaciones hipotecarias al 5% y amortizables en 72 años como punto principal. Dado que los estatutos del Banco no permitían admitir como garantía las obligaciones citadas, su consejo de administración pidió autorización al ministro de Hacienda para la modificación de los mismos. Una vez recibido el permiso, el Banco de Bilbao validó las obligaciones como garantía de los préstamos hasta el 80% de su precio corriente. El arreglo sirvió como bálsamo ante los comerciantes y los empresarios y a partir de ahí el Banco abandonó su política restrictiva cambiándola por una más expansiva.
Ese mismo año el Banco de Bilbao estrena nueva sede: el Palacio de San Nicolás, sito en el número 4 de la bilbaína plazuela del mismo nombre. Un Palacio que aún a día de hoy sigue albergando la sede social de BBVA.
Balconada del Palacio de San Nicolás. - Archivo Histórico BBVA
Se viven tiempos de cambio en la sociedad española y en el entorno bancario. El 19 de octubre de 1868 entra en vigor en España una nueva moneda que sustituye al real: la peseta. Asimismo, el 19 de marzo de 1874 tiene lugar un hecho muy significativo. José Echegaray, ministro de Hacienda y que años más tarde sería distinguido con el premio Nobel de literatura, fusiona todos los bancos emisores locales con el Banco de España. De esta manera queda la institución estatal como el único órgano autorizado a emitir moneda en España. Sin embargo, la nueva normativa permitía que todos aquellos bancos que habían estado desempeñando la doble función comercial y emisora hasta la fecha, pudieran continuar ejerciendo la primera de las funciones. Los bancos de las plazas de Bilbao, Santander, Barcelona, Reus y Tarragona fueron los únicos en acomodarse a la nueva situación. El ‘Decreto Echegaray’ conllevó, a modo de compensación por la pérdida de facultades emisoras de las entidades afectadas, que el Banco de España las compensara con un crédito de 150 millones de pesetas. Las causas de semejante cambio respondían a la complicada situación económica y financiera de una España inmersa en la Guerra de Cuba (la primera de ellas) y en la Tercera Guerra Carlista.
Otra de las resoluciones más destacadas de la época por parte del Gobierno de España fue la concesión por ley de la creación del Banco Hipotecario de España, S.A. al Banque de Paris et des Pays-Bas, S.A. Se acordó que así se hiciera a cambio de un préstamo de 100 millones de pesetas, al 12% de interés, que sería concedido por el promotor al Gobierno español y cuyo fin sería el pago de intereses pendientes de la Deuda Pública. Entre los fundadores, amén del Banque de Paris et des Pays-Bas, S.A., estaban otros como Le Credit Foncier, Banco de Castilla, S.A., Societè Generale pour favoresir le developpement de l´industrie et du comerce en France, y la Familia Urquijo. Por fin, se llega a plasmar la vieja idea del Marqués de Salamanca de crear un banco hipotecario que sirviera de oxígeno para el Estado en momentos complicados como los que vivía España cuando se aprobó su creación por mor de las guerras.
Fuentes consultadas:
- ‘La Banca como motor de desarrollo en España: 150 años de historia bancaria, 1850-2000’. Autor: José Víctor Arroyo Martín
- ‘Un siglo en la vida del Banco de Bilbao. Primer centenario (1857-1957)’. Varios autores
- ‘Cientocincuenta años, cientocincuenta bancos’. Autores: Manuel Jesús González, Rafael Anes e Isabel Mendoza
- 'La banca de Bilbao en el proceso de industrialización. 1850-1914'. Autor: José Víctor Arroyo Martín
- 'Las Cajas de Ahorros en los mercados financieros del País Vasco, Navarra y La Rioja: características y su comportamiento expansivo entre 1940 y 1960'. Autor: José Víctor Arroyo Martín