Blas de Otero, un poeta ya centenario
En un piso del número 28 de la calle de Hurtado de Amézaga de Bilbao nacía Blas de Otero el 15 de marzo de 1916. Se cumplen, pues, 100 años de la llegada al mundo de uno de los poetas españoles más relevantes del segundo tercio del siglo XX.
Nacido en el seno de una acomodada familia, la vida del pequeño Blas se vería pronto truncada por la muerte de su hermano mayor y de su padre en un breve espacio de tiempo. Pasó su niñez entre la capital vizcaína y Madrid de donde tuvo que volver para hacerse cargo del sustento familiar siendo un adolescente. Empujado a estudiar la carrera de Derecho, comenzó a hacer sus incursiones en la literatura a través de una poética muy influenciada por sus arraigadas creencias religiosas.
Con los estudios de leyes finalizados se alistó como sanitario en el bando nacionalista vasco durante la cruenta Guerra Civil hasta que la toma de Bilbao por las tropas franquistas le obligaron a cambiar de bando enviándole al frente de Levante.
Otero era un chico de un marcado fervor religioso y tanto él como los amigos que le acompañaban en Los Luises de los Jesuitas como después en grupos como Alea y Nuestralia escribían alrededor de la trascendencia. Blas bebía de autores tales como Juan Ramón Jiménez, los de la Generación del 27, Tagore, Miguel Hernández y César Vallejo en esta su primera etapa.
El año 45 cayó en una enorme depresión y fue internado en el centro sanatorio de Usúrbil. Como consecuencia del tiempo que vivió allí su visión de lo religioso, la amistad y su candidez mutaron en una postura muy arraigada en el existencialismo. De esta segunda etapa en su carrera como vate nacen tres libros muy relevantes en su carrera: Ángel fieramente humano, Redoble de conciencia y Ancia.
A mediados de los 50 es ya un poeta muy considerado en nuestro país y los premios más señeros comienzan a reconocer su valía. Mantiene un diálogo inquisitorio hacia Dios en su obra y pasa de afirmarle a preguntarle de continuo pese a no obtener respuesta.
Tras la etapa existencialista inicia otra que él mismo denominaría coexistencialismo y en la que pasa del ‘tú’ al ‘nosotros’ que reconoce en el sustrato comunista del PCE en el exilio en el que se afilia gracias a su relación personal con Jorge Semprún (Federico Sánchez) en su autoexilio parisino. A su vuelta a Bilbao de Francia se encuentra con enormes dificultades para publicar Pido la paz y la palabra. Posteriormente, en un periplo catalán, acomete la obra En castellano asimismo objeto de censura que finalmente publica en París bajo el título de Parler claire.
En la década de los 60 viaja a la URSS y China y acaba viviendo en La Habana donde encuentra el reposo y la tranquilidad de espíritu en un fugaz matrimonio con la cubana Yolanda Pina. En esta época logra publicar fuera de nuestro país los libros Esto no es un libro y Que trata de España. En esta tercera etapa es cuando encontramos su poesía social, la que a la postre le haría pasar a la posteridad.
Tres años después de pisar la isla vuelve a España donde aún vive Franco –a quien tanto ha denostado- y dedica los últimos 15 años de vida a recomponer, repasar y editar su obra al calor del amor de Sabina de la Cruz, una amiga de hace tiempo con la que permanece hasta el momento de su muerte en la localidad madrileña de Majadahonda en 1979 a causa de una embolia pulmonar.
En el principio
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955)