Argentina depende de un milagro porque Croacia hizo bien los deberes
Tensión extrema, angustia, incertidumbre, desconcierto, falta de control, ausencia de liderazgo, enojo, desolación, decepción, frustración, desánimo… noventa y pico de minutos del segundo partido de la Selección Argentina en el Mundial resumidos en un puñado de palabras con connotación triste.
Y lo grave es que las mismas palabras podrían usarse para hacer un repaso de los últimos cuatro años del equipo nacional: porque en ese lapso se perdieron tres finales, pasaron tres directores técnicos por el banco del equipo nacional, se llegó a Rusia 2018 con una clasificación agónica frente a un seleccionado juvenil de Ecuador, y la preparación para la Copa del Mundo tuvo más discusiones que charlas futboleras.
En definitiva, Croacia 3- Argentina 0 suena lógico y habrá que asumir que solo las ganas de ver triunfar a Lionel Messi lograron enceguecer a los millones que creyeron que algo podía cambiar mágicamente.
Es cierto que todavía hay posibilidades matemáticas de que la Argentina se clasifique para los octavos de final del Mundial. Y después, habrá que ver qué sucede a cada paso. Pero lo que no se puede ocultar es lo que ocurrió en los dos primeros partidos del torneo: empate opaco con Islandia, derrota vergonzosa ante Croacia. Y, para colmo, sin que asome Messi, como para sostener una mínima ilusión, más allá de que Jorge Sampaoli se hizo cargo de no haber sabido armar un conjunto que respalde al número 10.
“Sabíamos que teníamos que hacer un partido perfecto”, declaró al salir de la cancha Luca Modric, el mediocampista croata que convirtió el segundo gol. Seguramente, cuidando los códigos futboleros, exageró un poco, porque ni siquiera fue necesario que el conjunto europeo realizara una gran actuación; le alcanzó con ser ordenado, esperar un error y abusar de la Argentina mientras se acumulaban las señales negativas desde el banco de suplentes.
Porque después de un primer tiempo chato, en el que Croacia tuvo un par de ocasiones peligrosas y el equipo nacional llegó un par de veces con fortuna, como el tiro de Marcos Acuña en el travesaño y el zurdazo que erró Enzo Pérez con el arquero casi vencido,
Croacia festeja el triunfo histórico ante Argentina. Foto enviado especial, Maximiliano Luna, Agencia Télam
Por eso, lo del equipo croata pasaba por esperar, aferrarse sin timidez a un empate que no le desagradaba, mientras que Argentina ni siquiera lograba asustar al arquero rival. Con Messi desaparecido, Agüero absorbido por la marca de los defensores y un mediocampo que chocaba sin éxito, daba la sensación de que el marcador se podía romper a partir de algún error.
Entonces, llegó la terrible equivocación de Wilfredo Caballero, quien intentó dar un pase y lo único que hizo fue servirle la pelota a Ante Rebic para que marcara el primer gol croata. Iban apenas ocho minutos del segundo tiempo, pero fue prácticamente el final, al menos para Argentina. Porque a partir de ahí, los mediocampistas croatas marcaron el ritmo: Luca Modric e Ivan Rakitic dieron una clase de fútbol práctico y definieron los contragolpes que sellaron el resultado.
Y mientras el conjunto europeo se acomodaba, seguían cayendo mensajes negativos desde afuera de la cancha. Porque apenas consumado el 0-1, Sampaoli mandó a Higuain al campo y sacó a Agüero, cuando la lógica hubiera sido que intentara con los dos delanteros para buscar huecos en la defensa croata. Al rato, hizo ingresar a Cristian Pavón, cuando los espacios se achicaban, y después mandó a Paulo Dybala como puntero derecho, a pesar de que más de una vez había dicho que el cordobés no podía compartir espacios con Messi. De paso, el entrenador se hacía tiempo para hacer un papelón histórico al insultar repetidamente a un jugador croata para canalizar su frustración.
En cinco días, Argentina definirá su futuro, frente a Nigeria. Es imposible adivinar qué estará pasando por la cabeza de Sampaoli, quien modificó el esquema de un partido al otro, sin encontrarle la vuelta a ninguno de los dos partidos. Si el empate con Islandia parecía una condena al diván para el seleccionado, solo un inflador anímico gigante puede levantar a un equipo que acaba de recibir tres golpes de nocaut demoledores. Y si no, los argentinos deberán sentarse a esperar cuatro años, hasta que llegue el Mundial de Qatar 2022.