Cómo analizan las entidades financieras las operaciones de crédito
Una de las principales causas de la incomunicación, de los conflictos, de los desacuerdos entre partes estriba en el desconocimiento del otro. El saber qué busca, cómo nos ve, lo que es importante o no para él suele dar lugar a más de un desencuentro.
Por supuesto, las relaciones banca-clientes no son una excepción. De ahí que hayamos considerado conveniente el dedicar un post a conocer como analizan las entidades financieras las operaciones de crédito.
No pretendemos hacer un examen exhaustivo. Nos centraremos en tres variables fundamentales, que van a determinar que nuestro préstamo, nuestro crédito prospere o no. Por supuesto hay más factores a tener en cuenta, hay mucho aspecto documental y algunos elementos aleatorios o incontrolables. Pero si fallamos en los que os voy a comentar no os preocupéis del resto. No habrá lugar. ¿Y cuáles son?
La capacidad de pago
Empezamos por la piedra angular. La capacidad de pago puede ser definida como nuestro potencial financiero para hacer frente a las cuotas o compromisos de pago derivados de la operación. Nuestra capacidad de pago viene definida por nuestra facilidad para generar recursos: la nomina, los rendimientos de actividades profesionales o empresariales, los rendimientos de activos financieros, las rentas de alquileres, etc… En definitiva nuestros ingresos.
Por supuesto estamos hablando de ingresos netos. Los profesionales o empresarios deberán tener claro que deberán descontar los gastos necesarios para obtenerlos. Y por supuesto, ellos y también los que cobran una nómina habrán de descontar finalmente de dichos ingresos los compromisos fijos de pago de la economía familiar: otras cuotas de préstamos, rentas, pensiones familiares, etc. Esa cuantía que nos quede, generalmente mensualizada para poder compararla con las cuotas habitualmente mensuales del préstamo que solicitamos va a ser la primera prueba del algodón.
Habitualmente se suele hablar de que la suma de esos compromisos mensuales de pago más nuestra cuota prevista deben moverse entre un 30% y un 40% de nuestros ingresos como máximo. Como primera aproximación es válida, pero debemos tener en cuenta al menos dos aspectos:
- Los ingresos tienen fuertes matices unos respecto de otros: de estabilidad, de frecuencia, de fiabilidad, de tendencia (creciente o decreciente) que serán aspectos que deban ser valorados por el Banco.
- Cuanto más ganemos más relativa es la aplicación de dicha regla. No es lo mismo que a una persona le queden libres 400 que 4.000 euros. Por mucho que la cuota comprometida sobre sus ingresos netos sea menor en que en el segundo, los bancos optaran por el primero.
Las garantías
Cuando hablamos de garantías hablamos de solvencia, hablamos de patrimonios con los que responder en caso de que la operación vaya mal. ¿Contra qué se pude dirigir el Banco? Inmuebles, acciones, saldos, etc. Es muy importante, pero en ningún caso suplirá una falta de capacidad de pago. Si no hemos pasado el punto anterior aquí poco tenemos que hacer, y si lo hemos superado por los pelos, llegados a este punto se dispararan las exigencias.
Las garantías pueden ser de dos tipos. Por una lado las personales, las que ofrece todo deudor, que se concretan en el patrimonio presente y futuro que pueda tener, y con el que responderá llegado el momento. Este debe ser acorde con la operación solicitada, y si no lo es, o se intenta reforzar el primer punto, se acudirá a la figura de los avalistas, que comprometerán su garantía personal. De ahí que nos obliguen a realizar una declaración de bienes, donde se desgranan nuestros activos (bienes) y pasivos (deudas), hasta determinar un neto patrimonial.
Por otro lado tenemos las garantías reales, aquellas por las que la entidad grava un bien que va a responder específicamente de la operación, y al que los terceros no podrán tocar. Si hablamos de inmuebles son las hipotecas. Si son cosas muebles las prendas o pignoraciones. Nos exigirán estas garantías en operaciones de elevado riesgo, cuantía o plazo.
Los bancos no van a admitir operaciones en que no haya una consonancia entre el riesgo y la garantía.
El binomio precio/riesgo
En función de la operación planteada el banco determinara un precio mínimo, que ira acorde, de partida, y sin perjuicio de otros condicionantes, del riesgo de la operación. Cuanto más arriesgada la vea mayor precio exigirá. De tal modo, y esto es importante, que por muy buena que sea la operación en los dos primeros puntos, no entrará si no obtiene esa rentabilidad mínima.
Atención, debemos ser conscientes de que en ocasiones dicha rentabilidad pude ser estimada más allá de lo que es la operación. Estamos hablando de que es frecuente que se estime una comparación del riesgo de la operación ya no con la rentabilidad de la misma, si no con la del cliente, actual o futura.
Como veis, el Banco maneja tres bolas en una suerte de billar, buscando que combinen entre sí del modo que se adecue a un objetivo fundamental: crecimiento controlado y rentable.