Análisis financiero: ¿Qué es el coste del capital y cómo se calcula?
El coste del capital, ‘cost of equity’ o COE, en inglés, representa la rentabilidad mínima que un potencial nuevo accionista exigiría hoy para invertir en una compañía. Pero no es una variable observable, sino una estimación; es decir, cada inversor podría llegar a un resultado diferente en función de sus hipótesis de cálculo. Es además una variable que cambia a lo largo del tiempo. Veámoslo más en detalle y cómo se realiza la estimación.
En términos generales, la finalidad de cualquier inversión es obtener un rendimiento, o ganancia, con relación a su coste, el famoso binomio coste-beneficio. Es decir es necesario contrastar si su rentabilidad esperada es o no superior al coste de los recursos utilizados en su obtención. Por ello, no podemos considerar únicamente los ratios de rentabilidad en términos absolutos.
En el caso concreto de una empresa, el rendimiento que debe obtener de su actividad, debe cubrir, como mínimo, el coste económico de los recursos financieros empleados para llevar a cabo esa actividad. Esos recursos pueden ser recursos propios -el capital de la compañía- o ajenos -financiación en sus diferentes formas-. Pero mientras que el coste de financiación de una compañía puede saberse de una forma más directa (sería el tipo de interés que paga por sus préstamos o el cupón de sus emisiones), el coste del capital es más complicado de determinar y varía a lo largo del tiempo.
Cómo calcular el COE de una inversión
Uno de los modelos más utilizados por los analistas financieros para determinar qué nivel mínimo de rentabilidad es exigible a una inversión es el CAPM (Capital Asset Pricing Model, por sus siglas en inglés). Este modelo cuantifica el riesgo de una inversión y lo traduce en un nivel esperado o mínimo de rentabilidad que se debe alcanzar para que un inversor esté dispuesto a asumir ese riesgo.
La fórmula matemática utilizada por el modelo CAPM es la siguiente:
E(Ri) = Ke = RF + βi [E(RM) - RF],
donde E(Ri) es el retorno esperado de la inversión en el activo o empresa i o, de forma equivalente, su coste de capital (Ke).
Esta fórmula consta de dos componentes:
- Una tasa libre de riesgo (RF), es decir, la rentabilidad que ofrece un activo sin riesgo en un mercado concreto (por ejemplo, el rendimiento de un bono del Tesoro español a largo plazo);
- Una prima de riesgo, esto es, un plus de rentabilidad, que a su vez considera dos elementos:
- la propia prima de riesgo de esa clase de activos; por ejemplo, invertir en el mercado de renta variable debería ofrecer una rentabilidad superior (E(RM)) a la rentabilidad del activo libre de riesgo, para compensar precisamente por su mayor riesgo (de nuevo, el binomio riesgo-beneficio);
- ajustada por una beta, indicativa del riesgo específico del activo en consideración.
Es decir, que el coste del capital exigido por un inversor para tomar la decisión de invertir en un activo o empresa concreta supondrá, al menos:
(i) cubrir la rentabilidad de los activos sin riesgo que existan en ese mercado;
(ii) más el riesgo que supone invertir en una clase de activos concreta (ej. renta variable);
(iii) más el riesgo específico y adicional de un activo concreto dentro de esa clase (ej. una acción o compañía concreta).
Aunque se trata de un modelo matemático, todo modelo se basa en hipótesis; es decir, la estimación del coste del capital depende de las expectativas y consideraciones de cada inversor o analista particular. Por tanto, no existe un coste del capital único y objetivo; cada inversor deberá contrastar la rentabilidad que ofrece un activo o compañía con lo que él considera que tiene que ofrecer como mínimo para llevarle a invertir en ella.
Varias formas de medir la rentabilidad
Varias son las métricas utilizadas en el mundo financiero para medir la rentabilidad de las empresas en general y contrastarlas con el coste del capital estimado por cada inversor. Entre ellos, los más comunes son el ROE, el ROTE y el ROA.
Todos ellos miden la rentabilidad alcanzada en función de la cantidad de recursos invertidos para obtenerla (es el caso tanto del ROE como del ROTE) o bien sobre el volumen de activos que generan unos determinados beneficios (en el caso del ROA).
En el sector financiero en concreto, existen otras métricas específicas y más sofisticadas de rentabilidad que incorporan elementos como el riesgo de la inversión. Son las llamadas métricas de rentabilidad ajustada al riesgo, como por ejemplo el RORWA.