Algunos aprendizajes sobre el impacto económico de las pandemias superadas
Diversos estudios han analizado las epidemias pasadas y sus consecuencias en la sociedad a lo largo del tiempo. Una de las conclusiones que se observa en distintos análisis es que el fenómeno de una enfermedad infecciosa como el COVID-19 no es nuevo, y aunque su impacto todavía es incierto, algunos datos demuestran que, los efectos de otras pandemias ya superadas con anterioridad, han tenido unas consecuencias aún mayores que los previstos en esta ocasión.
Òscar Jordà, Sanjay R. Singh, Alan M. Taylor, profesores de la Universidad de California Davis, ponen de manifiesto en un reciente análisis que, mientras una guerra destruye, una pandemia lo que hace es desactivar los sectores económicos. Pero si miramos hacia atrás, no resulta fácil evaluar sus efectos. Por ejemplo, en la mal denominada gripe española, hay que tener en cuenta que a su vez estuvo acompañada por la Gran Depresión y dos guerras mundiales. La letalidad fue mucho más elevada, especialmente entre los jóvenes de la época, que al fin y al cabo eran la principal mano de obra en ese momento, y afectó a un tercio de la población mundial. Esa pandemia ocasionó una reducción media de la renta per cápita del 6% y de 26 puntos porcentuales en la rentabilidad de la Bolsa entre 1918-1928.
Según el análisis de estos autores, los efectos posteriores a una pandemia duran aproximadamente cuatro décadas hasta que el curso social y económico vuelva a la situación a la que se esperaba llegar si no hubiese tenido lugar la propagación de la enfermedad. No solo los tipos de interés se reducen durante un tiempo considerable -a diferencia de lo que ocurre tras una guerra o una crisis financiera-, sino que la necesidad de tomar medidas para hacer frente a la enfermedad aumenta aún más la depresión económica. Los investigadores señalan que, tras una epidemia, sobrevienen largos períodos en los que las oportunidades de inversión disminuyen, bien por un exceso de capital, bien por una mentalidad enfocada exclusivamente al ahorro.
De cualquier forma, este mismo informe, publicado por National Bureau of Economic Research (NBER), considera que la trayectoria económica será muy distinta tras el COVID-19 en comparación con lo que se pronosticaba antes de la pandemia. Un dato optimista es que, si los bajos tipos de interés se mantienen durante varios años como aseguran algunos investigadores de estos estudios, proporcionarán un espacio propicio a la hora de tomar medidas para mitigar las consecuencias de la pandemia. Sin embargo, hay enormes diferencias entre cómo afectaron las pandemias anteriores frente a la actual: arrasaron a la población de mayor edad, que ya de por sí era escasa debido al bajo envejecimiento poblacional, pero también afectaron sin remedio a las generaciones más jóvenes y a las que estaban en edad de trabajar.
Si nos remontamos unos siglos atrás, la peste negra no sólo fue mucho más infecciosa sino, sobre todo, extremadamente letal: moría uno de cada dos contaminados. Esta pandemia duró desde 1348 hasta 1350, y acabó con la vida de entre 75 millones y 200 millones de personas en el mundo, y la mitad de la población de Inglaterra. Las consecuencias de la peste negra no fueron solo sanitarias. La mortalidad fue mucho más alta en zonas rurales y con menos densidad de población, lo que supuso la despoblación de muchos núcleos rurales, la pérdida de rentas y una inflación disparada de productos de primera necesidad, con una subida de salarios. De hecho, en muchas regiones la economía tardó una generación en recomponerse y en numerosos casos la actividad cambió profundamente. Fue tal el ‘shock’ económico que las ciudades se quedaron, literalmente, sin apenas trabajadores y los campos, sin campesinos.
Gracias al progreso técnico y a los conocimientos científicos, nuestra sociedad de hoy en día no es comparable a la de entonces y dispone de muchos más medios para luchar contra las pandemias.