¿Adiós a las tarjetas de Navidad? No, por ahora…
BBVA Continental ha lanzado para las fiestas de fin de año el portal www.feliznavidad.pe para que el público en general pueda enviar tarjetas digitales a sus seres queridos, deseándoles que en el 2018 tengan acceso a las oportunidades que anhelan para sus vidas.
El servicio es gratuito y los usuarios pueden elegir su tarjeta de una paleta de deseos, entre los cuales, por supuesto, no puede faltar asistir al Mundial Rusia 2018.
El banco también ha puesto fin a la tradición de enviar tarjetas físicas a sus clientes. Los buenos deseos ahora también son digitales y viajan miles de kilómetros en milésimas de segundo, más veloces que el mismo Santa Claus. La institución internacional busca, además de ser más amigable con el medio ambiente y generar ahorros, enfatizar su vocación por convertirse en un banco digital. En todo sentido y en toda ocasión.
La apuesta de BBVA Continental por enviar afecto a través de la red abre una pregunta que ronda las imprentas: ¿será el fin de las tarjetas físicas de Navidad?
La inquietud no es ociosa. La transformación digital se ha convertido en un agujero negro que está engullendo aquellas industrias que no son capaces de adaptarse al cambio. Una dolorosa historia de muerte súbita es relatada en el documental All things must pass: el auge y caída de Tower records, la legendaria tienda de discos que saltó de Sacramento, Estados Unidos, a distintos puntos del planeta con un éxito de ventas que le permitió facturar mil millones de dólares en 1999.
Cinco años después, Tower Records se declaró en quiebra. La principal causa de la debacle: la transformación del disco de vinilo, primero, y el compacto, después, en archivos digitales. En la nueva era no tenía sentido hileras interminables de estanterías cargadas con discos, ocupando inmensas áreas de terreno, cuando es posible elegir con un solo clic las canciones que nos plazca desde el teléfono celular o móvil a través de Spotify, ITunes o cualquier otra plataforma musical.
Reemplace la palabra “discos” por “libros” de este párrafo y tranquilamente podríamos estar hablando del próximo destino de las librerías, refugio de miles de lectores en el mundo que se resisten a la tentación del kindle.
¿Es el fin?
Así las cosas, parecería fácil predecir que las tarjetas de Navidad están próximas a desaparecer. Sorprendentemente, los tradicionales mensajes impresos portadores de buenos deseos están mostrando una fuerte resilencia… hasta el momento. En Reino Unido, por ejemplo, la venta de tarjetas alcanzó en el 2016 una cifra que parece ser tan mítica como el reno Rodolfo: ¡384 millones de libras!
Una clave para conservar la buena salud de este mercado ha sido el crecimiento de la oferta de parabienes elaborados a mano, que transforman el concepto de la clásica tarjeta —que muchas veces termina en el cesto de basura— en una mimosa filigrana de papel, tinta y flores secas.
Sin embargo, en otros mercados las cosas no resultan tan auspiciosas. Desde hace un par de años, las ventas están cayendo y se nota en la soledad de aquellas repisas en donde se solían colocar las tarjetas que llegaban como aluvión en los días previos a las fiestas.
Hoy es cada vez más frecuente recibir en la bandeja de correos electrónicos los saludos de empresas y amigos. Algunas son más creativas, otras se limitan a replicar las mismas imágenes que se observan en las tarjetas de toda la vida.
Las proyecciones están divididas. Por un lado, es esperable que el mercado siga decayendo paulatinamente ante el avance incontenible de la transformación digital; por otro lado, hay quienes apuestan por la sobrevivencia a partir de un factor formidable: la nostalgia. Más allá de cuál sea el formato que prevalezca, no cabe duda que la necesidad humana de expresar afecto en estas fechas será un sentimiento que ninguna revolución digital podrá devorar.